La lluvia no paró después de ese día. Atraído por el suave sonido de la lluvia, abrí la puerta de la cafetería.
“Tú también viniste hoy.”
Solo dijo tres palabras, pero me sentí extrañamente bienvenido. «Café», respondí, y me senté a la mesa como si ya estuviera acostumbrado.
Sin darme cuenta, ya me sentía cómoda caminando entre los gatos. Un momento después, me colocaron cuidadosamente una taza de porcelana. El aroma flotaba en el aire, la calidez me impregnaba. Dori volvió a tumbarse en mi zapato hoy, arañando lentamente el suelo con su pata delantera. Sonreí levemente y extendí la mano.
Entonces, de repente, noté algo extraño a un lado de la mesa. Había un pequeño folleto allí. Era delgado, pero tenía una tapa dura resistente. No tenía texto en la portada, pero cuando lo abrí, habló en voz baja.
“Este es un cuaderno donde anoto los nombres de mis clientes habituales”.
Levanté la cabeza sorprendido.
“¿Hubo algo así?”
Solo escribe tu nombre junto a la fecha de tu visita. Eso es todo.
Mientras hablaba, se sentó en la silla frente a mí. Luego colocó un gato en su regazo. Su tacto era familiar y tierno. Pasé las páginas del cuaderno una por una y pregunté.
“Entonces, ¿puedo escribir mi nombre también?”
Él asintió levemente.
"Si quieres."
El tono seguía siendo indiferente, pero hoy, había un sutil toque de humor al final. Tomé mi bolígrafo y escribí mi nombre con cuidado. Luego añadí en voz baja.
-Minho, tu café estaba caliente.
Él me miró mientras se quitaba el pelo de gato.
“Si escribes algo así junto a mi nombre, la gente lo malinterpretará”.
Sonreí torpemente. Me miró un momento, luego desvió la mirada ligeramente y dijo:
"No creo que importe si hay un malentendido".
Aunque sus palabras fueron directas, de alguna manera me levantaron el ánimo. Se hizo un momento de silencio. Afuera, la lluvia caía con más fuerza, y los gatos se acurrucaban somnolientos. En ese silencio, abrió la boca con cautela.
“En realidad, la razón por la que tomé esta nota es…”